En Europa occidental, el imperio romano dejó un buen sistema de calzadas, aunque el descuido y el aprovechamiento de las piedras que hicieron campesinos y constructores se combinaron para reducirlos a simples caminos de tierra. En consecuencia, era más fácil viajar a pie o en caballería que en carro; cuando llovía, los caminos quedaban intransitables, y mucha gente prefería no viajar o moverse en barco.
Los caballos no eran iguales en todos los países. En China, por ejemplo, eran muy pequeños, y en América no existían de ninguna clase. En África el camello era más apropiado para cruzar el desierto, aunque en las llanuras se empleaba también el caballo.
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